
UN VACÍO INFINITO

¿Es el sentir lo que nos hace estar vivos? Muchas veces sobre valoramos la felicidad, el amor, lo ideal; cayendo incluso en la mentira y prevención, asomándose por las ventanas la muerte deseada y esperada. A lo largo del día se escuchan frases tales como “estoy bien”, “genial”, “como nunca”, disfrazando, en la mayoría de ocasiones, la realidad, el mundo desastroso detrás de una sonrisa o una buena cara.
Creí por mucho tiempo, la verdad demasiado, que mi vida era la promedio, que cada una de las actividades que realizaba me hacían feliz, pero no sé por qué al final del día todo se sentía diferente, en un inicio pensé – será que necesito una mascota, un gato… No, no, no, un perro será -. Pero aun así paso el tiempo y la sensación que llegaba al sol caer se hacía más intensa. Esta era de ahogo, se sentía ya no poder respirar, mi respiración era escasa, casi inexistente y sin más las lágrimas empezaban a brotar, el cuerpo estremecer y a lo largo de mi piel una piquiña no me dejaba descansar.
Trate de distraerme y no pensar ni sentir más, pero me era imposible. A la hora de trabajar con una sonrisa y lo que podría ser una buena actitud miraba y socializaba con mis compañeros, pero aun así el reloj no paraba de mirar, quería con ansias que la jornada laboral terminara para poder a mi casa llegar. Encerrarme en mi habitación con las cortinas cerradas y la luz apagar, y así poderme arrinconar en un borde de la cama tratar de el sueño alcanzar. Cada mañana era una tortura el poderme levantar, aun así, me levantaba para poder salir a aparentar.
Llego el día de a mis padres visitar, nuevamente la máscara de la felicidad tuve que utilizar, para que mis pobres viejos no se fueran a preocupar. Subí al desván a buscar entre las cajas y cajones unos arreglos para la cena decorar y en uno de ellos encontré una pequeña arma con provisiones. Rápidamente baje con deseo de que la noche acabara y así poder regresar a mi cálido, un poco frio y sombrío hogar.
Nuevamente sentí el peso recaer en mis hombros, mi respiración se comenzó a agitar y mi cuerpo a temblar, el vacío parecía infinito y con nada lo lograba tapar. La impotencia hizo mis lágrimas derramar y de mi pequeño bolso el arma de mi padre logre sacar y en mi boca poner para poder por fin descansar.